El día 16 de junio se celebra el día de la atención temprana
“Se entiende por Atención Temprana el conjunto de intervenciones, dirigidas a la población infantil de 0-6 años, a la familia y al entorno, que tienen por objetivo dar respuesta lo más pronto posible a las necesidades transitorias o permanentes que presentan los niños con trastornos en su desarrollo o que tienen el riesgo de padecerlos. Estas intervenciones, que deben considerar la globalidad del niño, han de ser planificadas por un equipo de profesionales de orientación interdisciplinar o transdisciplinar”. (Libro Blanco de la AT, 2000 )
Queremos aprovechar este día para presentaros SAICON, el servicio de ATENCION TEMPRANA de ALEPH.
Se trata un servicio de apoyo e intervención en contextos naturales, es decir el profesional se desplaza y trabaja en el entorno cotidiano del niño porque consideramos que es allí, en casa, en el colegio o en otros lugares comunitarios en donde se pueden aprovechar mejor las oportunidades de aprendizaje , y además favorecer su generalización.
Por otro lado nuestro modelo de intervención está enfocado en la familia porque estamos convencidos que esta desempeña el papel fundamental en el desarrollo de los niños. Por eso creemos que tenemos la necesidad de aprender a trabajar en equipo, “aprender a bailar” padres y profesionales como como dice Fialka (2001)
Hace unos días, en la presentación de un libro, la profesora Claudia Escorcia de la universidad Católica de Valencia explicó de manera muy clara qué caracteriza al enfoque centrado en familia a través de esta metáfora del baile.

Podemos imaginar a una persona que llega por una necesidad impuesta a una academia para aprender a bailar. No pidió ir a bailar. Ni siquiera sabe si quiere bailar. Allí la recibe un profesor que directamente la mete en una clase, sin saber qué es lo que quiere, qué sabe, que le gusta o porque está allí. De repente, siente una proximidad forzada. Una intimidad inmediata que resunta incomoda. Está expuesta y es vulnerable. A veces se siente culpable por no querer bailar. Al fin y al cabo ella no pidió estar allí. Esta persona se siente, desahuciada. No tiene el control sobre nada.
Qué diferente que sería si esa misma persona fuera recibida por un profesor que se interesase por saber qué quiere, qué necesita, qué le gustaría aprender y sobre todo que sabe hacer ya, cuáles son sus fortalezas y donde podría mejorar. Un profesor que sacara tiempo para conocer su vida, sus sueños, sus esperanzas, miedos y limitaciones y expectativas. Esto haría mucho más fácil comenzar su aprendizaje. Aunque esto es solo el principio. Luego viene el baile de verdad. El aprendizaje primero torpe, arrítmico e inseguro y poco a poco, más ágil, más seguro y fluido.
El profesor le toma de la mano y le enseña las bases del baile elegido, en función de lo que la persona ya sabe y quiere. Aplica su conocimiento con cautela y humildad y le ayuda a hacerlo. Le puede hacer una demostración, dar un ejemplo. La guía, le hace reflexionar acerca de cómo se mueven los pies y el resto del cuerpo, pero no es el quien baila, es la propia persona la que decide cómo, cuándo y a qué ritmo lo hace. Se hacen pareja de baile, colaboradores en una tarea compleja de aprendizaje. A veces empiezan escuchando una música distinta, hasta que encuentra aquella que los une. Lentamente van acompasando sus pasos, marca su ritmo, se dejan llevar por la música. Cuando ella ya se siente segura y ve que lo hace bien, se aleja y baila sola. Decide quienes serán sus compañeros de baile.

Así es la intervención y así debe ser nuestra entrada como profesionales a la vida de una familia. No somos quienes bailamos… ayudamos a encontrar el ritmo que mejor se acomoda a la forma de ser de una familia. En el libro “Guía de intervención logopedia en Atención Temprana centrada en la familia “

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